Estimados estudiantes:
Hoy en clase tuve una situación desagradable: uno de mis estudiantes, al conversar sobre el tema del debate, mencionó que “las venezolanas somos prostitutas”.
Este tipo de frases, sea que la repitamos sin pensar, sea por odio al extranjero, o porque nos educaron así, constituye un acto de xenofobia; esto es un acto que atenta contra la dignidad y el derecho de una persona, solo porque nació en otro país.
Comentarios como este no me asombran porque los escucho día a día como venezolana que soy, y además sé que no tienen fundamento y que, por lo tanto, no constituyen una verdad. Lo que sí me asombra es que uno de ustedes, mis estudiantes, lo haya mencionado en clases, en donde siempre partimos del respeto hacia el otro, en donde pretendemos siempre ir más allá de los prejuicios y la discriminación, en donde debatimos las ideas; no solo para escribir un ensayo y tener buena nota, sino para ser mejores personas. Es eso lo que más me entristece, que esta situación se haya dado en un espacio de intercambio de conocimientos y afectos como lo es el aula de clase.
Al estudiante que hizo el comentario, y a cada uno de ustedes, los invito a desafiar todas esas creencias que tienen como generalizaciones y “verdades” absolutas, con preguntas. Pregúntense, lean, busque datos. Averigüen sobre la prostitución, no desde la religión y la moral, sino desde las leyes y desde la propia humanidad. Lean fuentes reales sobre la migración y sobre por qué migrar es un derecho (http://corredoresmigratorios.com/), infórmense sobre la xenofobia. Si aun así no cambian sus ideas, en realidad no importa por mí, por la prostitución o por la migración; sería realmente triste solo para quien no puede ver más allá. Los venezolanos, las prostitutas y todos seguiremos estando en el mundo y aquí seguiremos conviviendo con nuestras diferencias.
En mi caso, me enorgullece sobremanera haber nacido en donde nací; otro lugar del mundo que ahora está en una situación terrible y que se llama Venezuela. Venezuela es el país en donde me formé y gracias al cual ahora transmito todos mis conocimientos a ustedes que nacieron en mi segundo país que es Ecuador, porque, sí, es mi segundo país y me encanta su comida, su habla, sus playas, sus pueblos, sus montañas y sus prostitutas, que también son personas y tienen derechos.
Por último, y como autoridad de la clase, les informo que nuestro espacio es un espacio de diálogo, no de ofensas, no de sexismo, no de xenofobia, no de clasismo, no de racismo, no de regionalismos, ni de ningún otro tipo de expresión de odio o de discriminación. Eso lo deben dejar en la calle. La universidad es otra cosa: es el lugar en donde las luces de la razón y del conocimiento dejan afuera las sombras de la ignorancia y las pasiones. Por lo tanto, les exijo respeto hacia todos, les gusten o no. Porque una cosa es una idea y otra es una ofensa hacia quien es diferente, y eso en mis clases no lo tolero.
Saludos
C.