En colaboración con María José Gutiérrez y Josep Vecino, a partir del acercamiento que María José inició con Julieta en 2021 para hacer visibles las luchas de las mujeres que buscan a sus familiares migrantes. Además de la resistencia permanente contra la pobreza y el desempleo, mujeres como Julieta no renuncian a olvidar a sus esposos, hijos, hermanos desaparecidos en la frontera de Estados Unidos. Este es el relato de Julieta, que elaboramos con ella desde Alausí, Chimborazo.
“Me llamo Julieta Ortiz y busco a mi esposo.” El testimonio de Julieta Ortiz, mujer trabajadora de Chimborazo, apareció en varios medios de comunicación en 2021. Cada vez, ha narrado la búsqueda de su esposo, Gonzalo Sarmiento. No ha renunciado a relatar como forma de luchar contra el olvido, el abandono estatal de quienes migran y la inoperancia de quienes deben buscarles. A pesar del desgaste que supone narrar y narrar, Julieta espera que mantener viva la memoria de Gonzalo abra un camino de justicia.
Gonzalo Sarmiento, esposo de Julieta, es una de las más de cien mil personas que han salido en un año a México-Estados Unidos, sobre todo desde las provincias del Sur de Ecuador. Gonzalo salió dos veces: su primer intento fue a inicios de 2020. Logró llegar desde Achupallas, donde vivía con su familia, hasta Texas. Allí se deshidrató y no pudo continuar, así que fue devuelto a Ecuador como otros miles de personas: con una deuda para la familia con la cual habían pagado a coyotes, con la sensación de fracaso que se endilga a los hombres deportados “por no haberlo hecho bien”, con la misma falta de oportunidad laboral con la que se había ido.
Achupallas es una de las parroquias del cantón Alausí, en la provincia de Chimborazo. Fue un punto estratégico del Tahuantinsuyo por su altura de 3.600 metros y por ser zona cerealera donde se podía almacenar alimento. En las batallas de Tiocajas del siglo 15 fue un sitio relevante en enfrentamientos militares entre las fuerzas del Imperio incaico y las tribus quitus, caras y puruháes, igual que en batallas sucesivas, también contra la invasión colonial española. La posición de Achupallas fue siempre estratégica y hoy es un sitio histórico relevante por ello. Es difícil mirar la parroquia y pensar que su importancia histórica se haya convertido en abandono del Estado, y que su población guerrera ahora deba migrar por pobreza.
Gonzalo y Julieta, que tuvieron tres hijos, hoy aún dependientes de ellos, y formaron un negocio de comida que fue cada vez menos lucrativo. Gonzalo vio en la migración a Estados Unidos una forma de mejorar las condiciones de su familia y de planear la educación de sus hijos, que en Chimborazo no tienen futuro. Su hijo mayor, Gonzalo, tiene un talento particular para la informática. En este país, por la educación que recibe en su parroquia, no alcanzaría el puntaje para ingresar a la universidad. Si ingresara, no podría permanecer allí por cuatro años sin trabajar. Por eso, su papá siguió los caminos de los saberes migrantes y planeó, como muchos, su viaje contrayendo deuda. Del primer viaje quedó un endeudamiento ya grande. El segundo lo hizo casi enseguida, por la desesperación de no poder cubrir ni mínimos gastos ni partes de las deudas que ya tenía con su familia.
El préstamo para el segundo viaje está a nombre de Julieta y se hizo con uno de los grandes bancos del país. “Si usted viera lo fácil que fue endeudarnos, era fácil enviar los papeles por whatsapp, tramitar, y quedé endeudada. Aunque mi esposo haya desaparecido, yo debo seguir pagando por un largo tiempo.” La población empobrecida del país está endeudada con coyotes, bancos, cooperativas y usureros. ¿Por qué? Porque contraer deuda para negocios o empresas pequeñas no rinde, la ganancia es mínima y el crecimiento es lento o no se da. Porque contraer deuda para migrar supone que, de hallarse empleo en Estados Unidos, se puede pagar a los coyotes o a los acreedores hasta en dos años, en uno cuando se tiene mucha suerte, trabajando de sol a sol en construcción o servicios. Porque miles de personas que no son sujeto de crédito sí pueden participar de la economía coyotera e irse. El cálculo es endeudarse, migrar, llegar con vida y empezar a pagar la deuda. Parte del cálculo también es ser deportado o morir. Pero para millones de personas en Ecuador no hay opciones ni futuro. El banco con el que Julieta mantiene la deuda no fue más allá de refinanciar el monto, aun conociendo que su esposo podía haber fallecido. Como la deuda está a nombre de ella, ninguna gestión personal ni colectiva logró mucho. El endeudamiento permanente en medio del desempleo y la migración está hundiendo a comunidades enteras.
Quienes migran no son sujetos pasivos ni ignorantes de la economía coyotera. Por el contrario, sus familias y comunidades llevan 70 años migrando a Estados Unidos por falta de oportunidad laboral, racismo, pobreza y abandono. Chimborazo es la segunda provincia en Ecuador con mayor desnutrición crónica infantil, es de 52%. Ecuador, a la vez, es el segundo país en las Américas con mayor desnutrición infantil, solamente tras Guatemala. El pronunciamiento público Ecuador en emergencia por desnutrición crónica infantil, emitido en julio de 2021 (firmado por el Pacto por la Niñez y la Adolescencia, World Vision, Cedis, PUCE, entre otras organizaciones), demuestra que la desnutrición crónica infantil no se erradica fácilmente: depende de la dotación de agua potable a largo plazo, de políticas estables que tengan décadas de continuidad (los efectos de la desnutrición crónica infantil se miden en 20 años) y que no se limiten a entregar comida de vez en cuando, como hizo el gobierno ecuatoriano en junio de 2021: dentro del plan “Ecuador sin hambre”, donaron, junto con la Asociación de Ganaderos, un millón de vasos de leche a 12 mil niñas y niños de todo el país. Risible como parece, un millón de vasos de leche se ofreció como “solución” a una provincia sumida hace décadas en la pobreza por abandono, despojo y racismo. ¿Por qué es risible?
El pronunciamiento mencionado, sostenido a partir de la investigación “Determinantes de la desnutrición en menores de 5 años de la población indígena en cinco cantones de la provincia de Chimborazo- Wawapk Kawsay”, desarrollado por el Instituto de Salud Pública de PUCE-Ecuador, lo explica también con criterios de Unicef: hay causas inmediatas, subyacentes y básicas para la desnutrición: alimentación insuficiente o inadecuada, sumada a enfermedades preexistentes; falta de acceso a alimentos, atención sanitaria y agua potable; pobreza, desigualdad, racismo y falta de educación, respectivamente. Chimborazo suma todas estas causas y sume a la niñez en un pronóstico de vida sin futuro. El pronunciamiento cita también la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT, 2012): “la población indígena tiene una prevalencia de desnutrición crónica infantil que, prácticamente, duplica el indicador nacional: 25,2% y 42,3%, respectivamente. Hecho que se agudiza al analizarla información desagregada por cantones y provincias, donde encontramos que las provincias de la sierra centro del país son las más afectadas. Chimborazo y Bolívar presentan más del 40% de su población, de 0 a 60 meses, con retardo en talla.”
Una niña que se ve afectada por desnutrición crónica infantil en sus primeros mil días de vida difícilmente podrá recuperarse. Como señalan el estudio de PUCE, la encuesta ENSANUT y el pronunciamiento público, la desnutrición infantil tiene consecuencias irreversibles. Esa niña tendrá problemas de peso, talla y desarrollo que van a repercutir en su capacidad de integrarse socialmente en sus estudios y trabajo: simplemente no tendrá el desarrollo físico ni intelectual necesarios. En Alausí, cantón cercano a Achupallas, la desnutrición crónica infantil es nada menos que del 57,6%. Es decir, más de la mitad de las niñas y los niños presentan retardo en talla y sufren las consecuencias irreversibles de la desnutrición crónica.
Si se toman como causas de la migración la desnutrición infantil y el diagnóstico de “no futuro” que hacen las organizaciones firmantes del pronunciamiento que declara a Chimborazo en emergencia por hambre, esta es una migración forzada por riesgo de muerte lenta. Es un riesgo en el que está sumida no solamente la niñez, sino toda la población, pero que se expresa de forma particularmente cruel en las niñas y los niños que ven cancelada su posibilidad de tener vidas dignas ya antes de cumplir dos años de vida. Es una provincia condenada a la muerte por no poder comer. Por eso, miles de padres y madres han migrado a Estados Unidos aun a riesgo de morir ellos mismos. Como Gonzalo, cuyo cuerpo no ha aparecido.
Entrevista a Julieta Ortiz realizada por Corredores Migratorios en Alausí, Chimborazo, el 30 de octubre de 2021.
Los compañeros de viaje de Gonzalo le dijeron a Julieta por Whatsapp que él había recibido golpes de piedras en la cabeza en un derrumbe mientras formaban una pirámide humana para avanzar. Lo dejaron en el suelo, cubierto con una manta, herido. Pero su cuerpo no ha sido identificado, ni ella ha recibido nunca un video de esa caída.
“¿Por qué si mi esposo murió no hay ningún video? Mientras no me muestren su cuerpo, para mí no está muerto.”
Julieta realizó una denuncia formal en Fiscalía, su caso se lleva en Alausí. Ya le han solicitado pruebas de ADN y huellas dactilares para la búsqueda, pero no hay avances. “Me temo que la carpeta de mi esposo esté en un cajón, sin moverse, apilada. No se trata solo de conocer los casos para tomarse fotos, tienen que decirme algo.”
El laberinto burocrático en que entra una mujer que busca a familiares desaparecidos es, literalmente, infernal. El costo económico y el costo emocional de cada diligencia, la burocratización de la vida misma, los silencios, retrasos y olvidos en el engranaje de justicia, son más que aplastantes. “El laberinto burocrático no es un ente abstracto. Es una maquinaria compuesta por personas con nombres y apellidos reglada por normas y costumbres que imponen personas con nombres y apellidos. El laberinto burocrático puede incumplir sus propios plazos –y de hecho así sucede–, pero es implacable con los plazos ajenos. El laberinto burocrático no considera la precariedad de la vida de decenas de miles de personas”, ha escrito Sara Mesa.
Buscar a un familiar desaparecido a miles de kilómetros de distancia, sin poder llegar al lugar en que desapareció, hacerlo todo por medio de terceros, recibir noticias en el corazón sobresaltado solo por correo electrónico, no poder ni siquiera tocar su cuerpo ni imaginar el lugar donde se esfumó, imaginar, no dormir, preguntarse sin fin. Y, además, ingresar en esos laberintos de indolencia.
En las migraciones, las mujeres son juzgadas por quedarse, por irse, por apoyar a sus parejas a migrar o por retenerlas. Si se va, son juzgadas como madres abandonadoras. Si se quedan y se van sus parejas, son tachadas de malas mujeres si tienen una vida o tratan de rehacer la suya cuando sus esposos deciden que “deben seguir con sus vidas”. Muchas mujeres son desprestigiadas por sus familias propias y políticas por irse: sus hijos reciben una narrativa distorsionada, falseada o que pretende separarlos de su madre y su memoria.
Julieta fue investigada por presunta complicidad con los coyotes que organizaron el viaje de su esposo. Fue su cuñado quien la denunció. “Yo soy inocente, ya se probó mi inocencia en el sistema de justicia, y no tengo nada que ocultar.” Sin embargo, tuvo que pasar por el miedo, la intimidación y las acusaciones de haber colaborado con los coyotes y hasta de haber tenido relaciones de amantazgo con uno de ellos. También ha sido acusada de apoyar a su esposo: “Me castigan porque dicen que le obligué a irse, cuando esas decisiones se toman en la pareja, y mi esposo es un hombre adulto, muy querido, buen padre, respetado en su comunidad, no tenía razones para irse que no fueran económicas.” Ser denunciada por la familia política en una pequeña comunidad es un infierno. “Pueblo chico, infierno grande: me acusan de todo las personas más cercanas, que además han abandonado también a mis hijos.”
Gonzalo hizo su casa. “Cuando pegaba las baldosas en el baño, dejaba las juntas perfectas, recorría una por una con las uñas, quedaba lindo. Cuando veo las uniones entre baldosas en el baño me acuerdo de él usando las uñas, limpiando la masilla. Ahí veo todavía sus dedos, sus manos haciendo nuestra casa.” La ausencia de Gonzalo es infinita, el shock de su desaparición ha afectado a Julieta y a sus hijos profunda, irreversiblemente, aunque lleguen a sanar con el tiempo. “Todavía no puedo aceptar que no esté. Cuando llego a mi casa, todavía pienso que va a abrirme la puerta como hacía siempre. Él era mi vejez.”
El duelo inconcluso por la búsqueda, el endeudamiento, la soledad, el juzgamiento permanente de miembros cercanos a su familia, no han impedido que Julieta siga buscando, relatando, denunciando.
Las mujeres que se quedan son juzgadas por quedarse. Las mujeres que se van son juzgadas por irse. Las mujeres que apoyan a sus esposos en la decisión de migrar y de iniciar el durísimo camino de la separación familiar son puestas bajo sospecha: “por algo le habrá dicho que se vaya”; “es culpa de ella que él haya desaparecido”; “ella es cómplice de los coyotes”. El desprecio a las mujeres que funda nuestras sociedades no deja de expresarse en la realidad de la migración. Ese mismo prejuicio hace que queden despojadas de posibilidades de empleo pues son desprestigiadas de antemano por tener un esposo migrante. Al quedar “solas”, harán seguro mal uso de su libertad sexual. La degradación de las mujeres que se quedan golpea su bienestar emocional, económico, social. Mientras busca trabajo, sustento para sus hijos y formas de pagar la deuda, Julieta busca a su esposo. Todas esas búsquedas se mezclan, de indistinguen y a la vez se dan en esferas distintas. Las mujeres que se quedan velan por el duelo de sus hijos, sufren cotidianamente la suspicacia social y a la vez intentan sobrevivir mientras lidian con el dolor profundo de la incertidumbre. La migración son también las mujeres que se quedan.
Julieta está en busca de trabajo. Incluimos aquí sus datos, por si surge una oportunidad laboral para ella en Chimborazo. Muchas gracias por considerarlo. Nuestra amiga Julieta Ortiz busca trabajo en Alausí o Riobamba.
Julieta ha sido maestra, tuvo un restaurante y ahora busca trabajo limpiando casas o en cocina. Es una de los miles de mujeres jefas de hogar por la migración de sus esposos. Admiramos su integridad y sus destrezas y podemos dar las mejores referencias de su trabajo. Su celular directo: 0958709406. Corredores Migratorios