En el Paso, indagamos sobre la migración ecuatoriana en el Opportunity Center for the Homeless, un albergue que empezó a acoger a gente de la ciudad en 1994, sobre todo a personas sin techo. Paulatinamente, el centro empezó a recibir a veteranos de las numerosas guerras ejecutadas por Estados Unidos; usuaries de sustancias y a mujeres tras experiencias de violencia. Hoy, la población migrante también es recibida allí como un grupo de atención prioritaria. La hospitalidad del centro se hizo extensiva a nosotres. El consenso del personal fue que no habían recibido a personas migrantes ecuatorianas.
«No hay nadie de Ecuador en nuestro récord»; «No conocemos esta migración». Nos ven con asombro. Nosotres también nos asombramos. Una de las estrategias migratorias comunes es usar identidades camaleónicas. Quienes salieron de Ecuador y son ecuatorianes nos han dicho: «Tengo miedo de que me asesinen en los caminos por salir con dólares». O, si salen de Ecuador pero son de Venezuela o Colombia: «En el camino vamos encontrando estrategias, según el grupo.» Es una forma de sobrevivir: camuflarse, vestirse de hombre si se es mujer para no ser violada; cambiarse de nacionalidad si se percibe que se tiene dólares; seguir las instrucciones del coyote para no morir. También es cierto que quien viene de Ecuador y entra por Texas no suele quedarse. Si logra entrar, una buena parte sigue a New Jersey o New York, donde están sus redes. Estas son las impresiones generales de la gente que entrevistamos, alrededor de veinte personas. Es impactante ver lo anónima que es la migración ecuatoriana en Estados Unidos, mientras desde Ecuador vemos cómo se vuelve un desangramiento.
Sin embargo, a partir de febrero de 2021, poco antes de la caravana haitiana de Ciudad Acuña luchaba por entrar a Del Rio, la prensa reportó lo que llamaron una «ola ecuatoriana». Claudia Torrens escribía para El Paso Times que la ecuatoriana fue «la nacionalidad más numerosa interceptada por la Patrulla Fronteriza en el concurrido sector de El Paso en julio», incluso mayor que la nacionalidad mexicana. En cada punto de nuestro recorrido, este brutal contraste: desde Ecuador, vemos a la gente irse todos los días, de todos los modos posibles. Allá, las entradas de Texas no nos registran. En el medio, la presencia espectral de una caravana continua, que dura, cuya gravedad no se ve y, por tanto, no será protegida.
Las caravanas que salen desde Ecuador suelen ser mixtas y comparten estrategias de supervivencia y resistencia. En el segundo albergue que visitamos están reunidos muchos jóvenes de entre 16 y 25 años. Hacen lo que se hace en todos los albergues: reciben alimentación y luego salen a la calle a calentarse con el sol mientras intentan entrar en la colapsada aplicación de la migra, CBP, casi sin saldo y sin asesoría. En grupos, intentan reconocerse en donde están, entre el alivio de haber podido cruzar y la angustia de lo que viene. Uno de esos chicos relata:
«Yo salí desde Ecuador hacia arriba con un grupo. En el camino nos fuimos conociendo. También conocimos a una niña ecuatoriana de 11 años, Stefi. Ella iba más rápido que su familia porque su mamá iba con su otra hija, de dos años; las acompañaba el papá. Su familia le dijo a Stefi que se adelantara por si algo les pasaba. Llegamos tres días antes con la niña a México, ella esperó a su familia con nosotros.»
La migración ecuatoriana crece pero no se registra; se conoce bien en Ecuador pero se diluye en el camino hacia el Norte, se vuelve «hispana», «latina» o anónima. Se despliega entre la estrategia de sobrevivir camaleónicamente y a la vez con total desprotección del estado ecuatoriano y sus circunscripciones en el exterior.
Entre las razones principales para irse de Ecuador a Estados Unidos están la extorsión por parte de actores criminales a negocios pequeños; la llegada del narco a los pueblos; la criminalización de la pobreza, en un país que cuenta 14 masacres carcelarias y 600 personas asesinadas en prisión en solo dos años, muchas de las cuales caen en prisión por delitos de pobreza; imposibilidad de vivir como persona migrante o refugiada en Ecuador, por racismo, pobreza o persecución; huida de pandillas y de violencia feminicida. Estos, que podrían ser motivos de asilo, no se logran reconocer en su gravedad.
Es necesario ser un camaleón para cruzar, pero un cuerpo-camaleón no será buscado al fundirse con la arena, el hueso y el agua. Ser camaleón y ser parte de una migración que, por anónima, no será vista en su masividad brutal, que mana como un río desde los Andes al desierto de Chihuahua.
La migración en América, es la vida paralela a la que tenemos y debemos dejar de invisibilizar, es nuestra realidad , es nuestra historia, es nuestra actualidad, siendo así, me cuestiono con la siguiente interrogante: ¿ Qué sucede con los Estados que no terminan de abrir los ojos ante semejante realidad? ¿ Por qué razón tal apatía a pesar de las Organizaciones Internacionales correspondientes? ¿ Acaso deberá continuar siendo camaleónica la migra de los hermanos ecuatorianos? ¿ Acaso no tienen derecho de existencia?.
Mis respetos y admiración a Corredores Migratorios por tan extraordinario trabajo.