La historia de Romelia comienza como la de muchas mujeres. Escapando de un agresor. Después de un matrimonio violento de muchos años con un agente policial, Romelia decide migrar a los EEUU con su hijo mayor. A pesar de todo lo que ya había vivido, fue acusada por familiares y vecinos de “mala madre” e “irresponsable” por tomar una decisión de riesgo a pesar de que era la única opción que tenía para mantenerse viva. Ya son dieciséis años de eso y Romelia no ha regresado al Ecuador. La única razón de su retorno en el 2021 es la búsqueda de su hijo, Hugo, desaparecido en la frontera México-EEUU en el año 2012. Luego de dos años de vivir con su madre en EEUU, Hugo decide regresar al Ecuador por el fallecimiento de su padre y porque su hermana menor estaba pasando por la misma situación que su madre años atrás. En un esfuerzo por sacarla de un círculo de violencia perpetrado por el segundo matrimonio de su padre, Hugo opta por retornar a Ecuador con la esperanza de regresar a los EEUU “conociendo ya la ruta”. “La ruta”, es el trayecto que miles de migrantes continúan haciendo desde el Ecuador a los EEUU. Desde agosto de 2021, que México adoptó la medida de restringir el acceso de ecuatorianxs a aquellxs con visa de turismo, “esta ruta” vuelve a ser la única opción viable. Ésta comienza en la frontera sur en Huaquillas pasando por Lima y luego hacia Guatemala, Honduras o México, desde donde miles de ecuatorianxs se camuflan con migrantes de todas partes del mundo para cruzar por los distintos puntos fronterizos a los EEUU. Hugo pensaba cruzar por Arizona. Una vez pagados los 14000 dólares del viaje por su madre, Hugo inicia su trayectoria en el 2012 desde la ciudad de Cuenca confiado en que su experiencia previa podría ayudarlo a manejar el riesgo. Romelia estuvo comunicada con su hijo a través del teléfono celular durante toda la ruta con mensajes de texto e imágenes que él le enviaba. Recorrer México le tomó a Hugo tres semanas. Una vez en la ciudad de Sonora, Romelia recibe una llamada de su hijo diciendo que necesita que haga un último pago al coyote en Ecuador para poder continuar con el viaje. Eso no había estado en el acuerdo y Romelia decide contactarse con el coyote para preguntar por qué le estaban pidiendo más dinero. “Eso pudo haber ocasionado la desaparición de mi hijo y no me lo perdono”, explica. Luego de eso, ya no recibió más llamadas. Después de nueve días los coyotes con los que había viajado Hugo le informaron que su hijo había desaparecido. “Yo había soñado que algo así pasaba. El sueño de una madre no se equivoca y me había avisado que mi hijo iba a desaparecer, pero también me decía que lo iba a encontrar. Por eso no pierdo las esperanzas”. Ya son diez años de la desaparición de Hugo y Romelia continúa con su búsqueda.
Buscar a una persona desaparecida es una tarea ardua, y solitaria. Las circunstancias de la desaparición en frontera, le agregan un componente de incertidumbre, y desorientación que dejan a la persona que busca en completa soledad. La responsabilidad estatal en la desaparición de migrantes se evapora a través de las fronteras y recae en los familiares que se quedan y que buscan. A Romelia la han culpabilizado por “correr el riesgo, sabiendo a lo que se enfrentaba”. La culpa asociada a la migración es una experiencia vivida por muchxs migrantes que son responsabilizadxs tanto por familiares como por el propio Estado por decidir migrar en condiciones inseguras, ignorando que las cada vez mas restrictivas medidas de control fronterizo han sido las principales causantes del riesgo y de la proliferación de redes de coyoterismo que precarizan la migración. La culpa, además, es asignada con mayor fuerza a las mujeres migrantes quienes son responsabilizadas por el bienestar de sus hijos y por decidir migrar, como es el caso de Romelia.
Romelia ha contactado con organizaciones de búsqueda y rescate en EEUU, ha enviado muestras de ADN y ha contactado al consulado de Ecuador en varias partes de los Estados Unidos, donde ha recibido la misma respuesta: No hay nada que hacer a menos que tengamos un punto exacto en donde comenzar a buscar. Esta es una información imposible de recuperar ya que Romelia solo ha podido atar cabos a partir de rumores. Son los rumores los que guían a las personas que buscan a sus seres queridos en contextos de migración. Los rumores viajan y se esconden en las redes de clandestinidad que determinan el viaje migrante. Son lxs propixs migrantes, albergues, organizaciones en ruta entre otrxs quienes pueden proveer cierto tipo de información que no siempre es fiable ni certera, pero es la única fuente de información a partir de la cuál se puede comenzar a trazar una ruta. Desde la desaparición de su hijo, Romelia ha recibido hasta tres versiones distintas, todas incompletas e incoherentes: Primero le dijeron que Hugo se escapó en un momento del viaje, y que debe “estar por ahí”. El riesgo de una desaparición no era posible, porque Hugo era hombre y “no corría el riesgo de ser violado”, así que lo más probable es que “se fugase” del grupo con el que viajaba una vez que llegaron a México. Luego una mujer que había viajado con Hugo le dijo que no podía darle más información, pero lo único que podía decirle es que Hugo se quedó en una ciudad llamada San Luis. Ninguna de las versiones ha sido comprobada ni investigada. “Nadie ha querido ayudarme a investigar a las personas que me han dado esta información. Le pedí al consulado que me ayudara con estas personas, pero dijeron que no era trabajo de ellos.” A pesar de las negativas, Romelia continúa con la búsqueda siguiendo las pistas que recibe a través de comentarios, rumores, llamadas. Algunas personas se han puesto en contacto con ella y le han dicho que han visto a Hugo en las calles de Tijuana, en un albergue de inmigrantes, en la calle. “Me ha llamado mucha gente por mis anuncios en redes sociales, pero siempre me piden dinero para hacer volantes. Y aunque uno como madre quisiera bajar el mundo para encontrarlo, yo no tengo ya de dónde sacar mas dinero”. La deuda de la migración se interpone a los esfuerzos de búsqueda y Romelia ya ha sido sujeta a estafas donde ha perdido dinero y tiempo. Mientras más pasa el tiempo, dice ella, “más fácil es que se olviden de Hugo, pero yo como madre sé que lo voy a encontrar algún día”.