MANIFIESTO
La Alianza contra las prisiones nace de las gravísimas masacres ocurridas en tres complejos penitenciarios de Ecuador el 23 y 24 de febrero de 2021, y en reacción a la (no) respuesta del gobierno que, desde su discurso securitista, impone mayor control, mayor encierro, mayor violencia y muerte para quienes vivieron directa o indirectamente estos dolorosos eventos históricos.
Decidimos juntarnos organizaciones sociales feministas, de protección de derechos de personas en contextos de encierro, pro-migraciones, así como colectivos de comunicación, centros de investigación, organizaciones de derechos humanos y personas que investigan sobre las prisiones de forma comprometida [1] a fin de abrir caminos en las grietas del discurso hegemónico que para todo problema social tiene como respuesta el castigo.
Necesitamos detener la poderosa máquina creadora de realidades violentas con la cárcel en el centro como mal necesario y los castigos como único horizonte posible de cohesión colectiva.
La cárcel y, más allá de ella, las múltiples formas de encierro, tienen una historia situada: nacieron, se extienden e intensifican, y, como toda fabricación humana, pueden tener un fin. La institución cárcel no es sempiterna, está inscrita en el tiempo y en el espacio, y por eso puede desaparecer y ser sustituida por otras que aún no existen.
Más que proteger a lxs ciudadanxs buenxs de lxs “ciudadanxs malxs” que amenazan su seguridad, el sistema penitenciario concentra a quienes, en su gran mayoría, constituyen los eslabones más bajos en las sociedades jerarquizadas en que vivimos. Legitima la negación de sus derechos más básicos como seres humanos, hace sospechosa a la población racializada y empobrecida afuera y deshumaniza quienes están dentro.
Recordamos que nuestra Constitución garantista establece que las personas privadas de libertad deben recibir atención especializada y prioritaria en los ámbitos públicos y privados, y pregona la rehabilitación como norte de la política penal, derechos y objetivo que no se cumplen en el Ecuador.
Cuestionamos la justicia estatal patriarcal que por un lado castiga a lxs más empobrecidxs y por otro perpetúa un orden social machista y racista a través de la re-victimización de las que acuden para pedir protección y justicia y la impunidad de los que perpetran actos violentos.
Interrogamos todos los lugares de encierro, que más que “rehabilitar” tienen como función aniquilar nuestras capacidades de pensar y actuar diferente. Que encierran cada vez más, por delitos de pobreza, por cruzar fronteras, por la disidencia del homogeneizante orden blanco hetero-patriarcal.
Al discurso del populismo penal que difunde miedo y reinventa siempre el mito del castigo como destino fatal de la humanidad respondemos desde múltiples lugares y con distintas voces para articular otras narrativas, otra justicia, a la escucha de la historia y de historias de prisioneros y cautivas.
Enfrentamos la complejidad de los problemas imbricados en el pasado y presente de los aparatos de castigo en Ecuador y caminamos en medio de los inevitables resquicios que propone, con sus contradicciones. Proponemos narrativas múltiples y disidentes del pasado y presente para otros futuros posibles.
Desde nuestras múltiples profesiones, experiencias y militancias, decidimos recuperar el espacio público para dialogar y compartir saberes, interrogantes, y proponer agendas a contrapelo de las agendas securitistas.
Creemos en la potencia de la consolidación de tejidos solidarios, ahí donde la cultura del castigo y los discursos moralistas producen rupturas y vacíos, para re-conocer-nos como sujetos históricos capaces de transformar realidades.
Lejos de querer proponer una única alternativa, planteamos una miríada de reflexiones y acciones para imaginarnos más allá del castigo.
Conformamos un frente interdisciplinario de cuestionamiento al modelo carcelario, dirigido tanto al Estado como a la sociedad, con objeto de confrontar al sistema punitivo estatal y velar por la demanda permanente del cumplimiento de sus responsabilidades de cara a las vidas que encierra. Construimos una propuesta social concertada por medio de acciones legales, comunicacionales y políticas, y planteamos con ello propuestas alternativas al castigo.
Nos organizamos junto a quienes, fuera de los lugares de encierro, deben asumir la ausencia de lxs que están adentro y el sostenimiento de la vida de ellxs y lxs demás.
Como organizaciones de derechos humanos, colectivos, personas comprometidas y sociedad civil, exigimos a todas las instituciones que respeten, protejan y garanticen la dignidad de toda persona privada de libertad, que lo hagan sin discriminación ni estigmatización y que adopten una política inclusiva donde estas personas y sus familias sean escuchadas.
Luchamos para desarrollar diferentes interpretaciones del mundo y acceder a verdades ocultadas por los discursos hegemónicos, los discursos de poder, las estrategias de engaño de la misma justicia penal y la espera eterna de esa justicia como forma de denigración.
Reconocemos y defendemos múltiples formas de justicia. Enmendamos las que tenemos, inventamos las que necesitamos e imaginamos justicias futuras. Defendemos procesos siempre posibles en construcción. No pensamos en proyectos utópicos del mañana, actuamos desde un andar hoy mismo por caminos de posibles mundos no violentos.
[1] Somos Mujeres de Frente, Fundación Dignidad, Centro de Etnografía Interdisciplinaria Kaleidos, Inredh, El Churo, CDH-Guayaquil, Corredores migratorios, Centro de Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Alianza por los Derechos Humanos Ecuador y seguimos tejiendo. Queremos colectivizar una perspectiva que resista la idea de que las prisiones son necesarias para vivir en sociedad.