Bernardita Maldonado
Bernardita Maldonado ha hecho su vida entre Loja, en Ecuador, y España. Todavía recuerda que salió a ese país el 19 de febrero de 1997. Estos textos registran su experiencia migratoria desde la poesía, registro que nos habla desde otro lugar. Actualmente, Bernardita vive y estudia en España.
El sembrador
La tarde se extendía sobre un fondo de espejos, se abatieron muros y colinas, que no supieron decir todos sus secretos. Volviste con la única razón de una pregunta y todo respondía anegándose, anocheciendo. No tengo identidad, pensaste, en ninguna tierra podrás plantar tu casa, todo cuanto has venido a llevarte, llévatelo ya, llena tus alforjas de arena, siembra palabras en la tierra del otro, como si una memoria de cosecha hubiera puesto en tu mano todas las semillas y todas las hambrunas.
La tarde se extendía sobre un fondo de espejos, se abatieron muros y colinas, que no supieron decir todos sus secretos. Volviste con la única razón de una pregunta y todo respondía anegándose, anocheciendo. No tengo identidad, pensaste, en ninguna tierra podrás plantar tu casa, todo cuanto has venido a llevarte, llévatelo ya, llena tus alforjas de arena, siembra palabras en la tierra del otro, como si una memoria de cosecha hubiera puesto en tu mano todas las semillas y todas las hambrunas.
Partir no es la cuestión
sino hacer el camino
de los pájaros friolentos
como un ángel
con mil alas de arena.
sino hacer el camino
de los pájaros friolentos
como un ángel
con mil alas de arena.
No te olvides de mí dijiste
he vuelto al lugar a buscar
entre humus amargos y raíces trepadoras
he vuelto a desandar los anegados terraplenes.
he vuelto al lugar a buscar
entre humus amargos y raíces trepadoras
he vuelto a desandar los anegados terraplenes.
Nada queda aquí
óxidos
detritos
caen cobrizas las nubes
sobre este escenario.
óxidos
detritos
caen cobrizas las nubes
sobre este escenario.
El camino de regreso
es como el hocico
de una enorme bestia disecada.
es como el hocico
de una enorme bestia disecada.
Entre el dios y su mano
alguien te lleva por campos sembrados de arroz
hacia los arpones de la vida
volverás colmada y repartiendo
volverás para trocar la cuerda del ahorcado
en serpentina de luz
volverás endurecida y compacta
a mirar la vida desde el ojo ámbar de un armadillo
cuenta los granos en tu alforja
cuenta la grieta endurecida que se forma cuando nace una flor
cuenta lo que resbala hacia el cántaro del que nadie tiene sed.
alguien te lleva por campos sembrados de arroz
hacia los arpones de la vida
volverás colmada y repartiendo
volverás para trocar la cuerda del ahorcado
en serpentina de luz
volverás endurecida y compacta
a mirar la vida desde el ojo ámbar de un armadillo
cuenta los granos en tu alforja
cuenta la grieta endurecida que se forma cuando nace una flor
cuenta lo que resbala hacia el cántaro del que nadie tiene sed.
Me queda lejos la casa
el beso opaco de la garua
por eso mis palabras retroceden
hasta el amparo de sus hocicos húmedos
al amarillo de sus alas con parásitos.
El tiempo como las hojas de toronjil
tiene su envés
sus raíces
el viento de la tarde las afila, las vuelve leves
las hace girar en el molinillo de partir separaciones
debería volar junto a ellos…
Me queda lejos la casa.
el beso opaco de la garua
por eso mis palabras retroceden
hasta el amparo de sus hocicos húmedos
al amarillo de sus alas con parásitos.
El tiempo como las hojas de toronjil
tiene su envés
sus raíces
el viento de la tarde las afila, las vuelve leves
las hace girar en el molinillo de partir separaciones
debería volar junto a ellos…
Me queda lejos la casa.
Un niño de lejos
pervive en el delirio
en su día cansado
en la inercia de la sangre.
No dispone de morada en las orillas
vientos de morir
arrancaron las mazorcas con insolencia
nada pudo hacer la raíz
la muerte tendrá la hondura
de estos surcos temblando
hacia el mar callado de la noche.
pervive en el delirio
en su día cansado
en la inercia de la sangre.
No dispone de morada en las orillas
vientos de morir
arrancaron las mazorcas con insolencia
nada pudo hacer la raíz
la muerte tendrá la hondura
de estos surcos temblando
hacia el mar callado de la noche.
Ecuador línea del corazón
en mi mano
Ecuador latitud 00⁰ 00′ 00″ de los parajes del sol
valla para despedirse
para desangrarse
muro del hasta aquí te llegan
los dones de la tierra y la ternura
linde de lo que será tu mañana
agigantado de separaciones
línea donde la sombra encadenó a Prometeo
punto de fuga donde se desdibuja dios
en el instante de las ofrendas y sacrificios.
Ecuador línea imaginaria
que parte mi centro en dos
Ecuador colorida cuerda
que saca del pozo sellado
el agua viva
el agua mansa
que se vacía de los oscuros ojos
de los pájaros errantes
Ecuador línea imaginaria
hasta donde me llevan
las pisadas de los muertos
que echan raíces
en la nostalgia
en mi mano
Ecuador latitud 00⁰ 00′ 00″ de los parajes del sol
valla para despedirse
para desangrarse
muro del hasta aquí te llegan
los dones de la tierra y la ternura
linde de lo que será tu mañana
agigantado de separaciones
línea donde la sombra encadenó a Prometeo
punto de fuga donde se desdibuja dios
en el instante de las ofrendas y sacrificios.
Ecuador línea imaginaria
que parte mi centro en dos
Ecuador colorida cuerda
que saca del pozo sellado
el agua viva
el agua mansa
que se vacía de los oscuros ojos
de los pájaros errantes
Ecuador línea imaginaria
hasta donde me llevan
las pisadas de los muertos
que echan raíces
en la nostalgia
Sobre estos poemas
La poesía es lengua extranjera, lengua que se exilia de la sintaxis convenida y deviene permanentemente otra para traspasar las fronteras necrosadas de la percepción ordinaria. Sabiendo que las “palabras se siembran siempre en la tierra del otro”, Bernardita Maldonado escribe con la caligrafía intermitente de las migraciones, con el pulso partido entre dos orillas. La poeta -funámbula entre la luz ecuatorial y la luz mediterránea- reúne en estas páginas todos los soles distantes, desafiando así la profecía que se repite en los versos “En ninguna tierra podrás plantar tu casa”. Quizás, en este mundo nos esté vedado un hogar permanente, pero para no morir de intemperie, ella recuenta, nombra y –mediante ese gesto- rescata aquellos restos sobrevivientes al arrase del tiempo, convirtiendo así la palabra poética en una morada: la casa en pie, la casa intacta a la que el tiempo y el olvido no han podido convertir en material de derribo. O no del todo. La casa del lenguaje poético en cuyas paredes camina todavía la lagartija de la infancia sin ser llamada, por la pura gracia de nombrar.
Escribir para que el olvido no tenga la última palabra. Laura Giordani
La poesía es lengua extranjera, lengua que se exilia de la sintaxis convenida y deviene permanentemente otra para traspasar las fronteras necrosadas de la percepción ordinaria. Sabiendo que las “palabras se siembran siempre en la tierra del otro”, Bernardita Maldonado escribe con la caligrafía intermitente de las migraciones, con el pulso partido entre dos orillas. La poeta -funámbula entre la luz ecuatorial y la luz mediterránea- reúne en estas páginas todos los soles distantes, desafiando así la profecía que se repite en los versos “En ninguna tierra podrás plantar tu casa”. Quizás, en este mundo nos esté vedado un hogar permanente, pero para no morir de intemperie, ella recuenta, nombra y –mediante ese gesto- rescata aquellos restos sobrevivientes al arrase del tiempo, convirtiendo así la palabra poética en una morada: la casa en pie, la casa intacta a la que el tiempo y el olvido no han podido convertir en material de derribo. O no del todo. La casa del lenguaje poético en cuyas paredes camina todavía la lagartija de la infancia sin ser llamada, por la pura gracia de nombrar.
Escribir para que el olvido no tenga la última palabra. Laura Giordani